Supongamos que la vida es un camino, da igual la meta, la gracia está en todo lo que nos encontremos en ese camino. Supongamos también que cuando nacemos partimos de 0 y tenemos que llegar a 80 (por poner un ejemplo). Se podría decir que 40 sería la mitad. entonces, a partir de ahí lo que queda es la cuenta atrás? ¿a partir de cuando se consideraría que vamos al final de nuestras vidas?
Ahora imaginate que tu forma de entender la vida se basa en una cuenta atrás constante. Que no cuentas los días que has vivido sino los que te quedan para morir. Está claro que es algo absurdo ya que no sabemos con exactitud el día que dejaremos atrás lo que llamamos vida para meternos de lleno en la nada absoluta. Vivir así tiene que ser bastante desesperante. De hecho lo es, doy fe.

Súmale que a la ahora de escoger un camino con dificultades, que tras superarlas te harán más fuerte y sabio, has decidido caminar por una autopista. Solo asfalto, no hay vegetación que te impida ver lo que vendrá en unos metros, ni fauna, ni piedras con las que tropezarte... La autopista de vez en cuanto te brinda algún "autostopista" para que interactúe contigo y alguna curva para darle algo de
vidilla. Lo jodido de la autopista es que está justo al lado del camino y mientras tu te achicharras con el sol porqué no hay ni una puta sombra, ves como los del camino andan sonrientes, magullado, pero sonrientes ya que la vegetación les protege. Tu solo piensas en lo idiota que fuiste al elegir lo más fácil a simple vista, pero que es mucho más dura que cualquier otra opción.

Piensas que eres tonto porque no se te ha ocurrido antes meterte a medio camino en el camino. No hay ningún obstáculo físico que te lo impida. La única barrera que hay es tu mente. La que te impide dar ese simple paso. También crees que una vez dentro del camino serás el último y los demás te llevarán ventaja, porque aunque hayas caminado lo mismo que ellos, el transcurso ha sido diferente. Tienen más experiencia. Sabes que pensar eso es una tontería ya que no es una carrera y todos podemos aprender de todos. Lo que pasa es que eres un poco gilipollas y crees que tu no tienes nada que aportar (seguramente el sol y el aire seco te hayan borrado la memoria de los esfuerzos que hiciste en la autopista). No paras de envidiar a los que andan a tu lado, a los que tienen tu edad no puedes ni mirarlos porque te entra una sensación extraña, como una frustración, de pensar que podrías estar a su nivel y estás mucho más atrás. Imbécil! Cada uno es como es.
Acabas pensando que ó te ha dado una embolia ó lo único que quieres es lo otros tienen. Si es el caso de lo último no tienes salvación. Porque cuando lo tengas ya no te importará porque volverás a querer lo de otros.
A todo este habría que añadirle el pequeño detalle de que desde bien pequeño siempre has creído que en vez de llegar a 80 tu número de partida era el 30. Ahora restale 26 a ese 30. La duda está en si vale la pena seguir el tramo que queda por el camino, volver a la autopista o saltar por el acantilado que tienes a la derecha.