Y cuando duele, duele de verdad, lo mejor es tumbarse, cerrar los ojos y dejar que Kelis neutralice todo el daño que llevamos dentro. Que se lo lleve lejos... Muy lejos... y sólo nos queden ganas de bailar. Y como un espectador, nos vemos bailando en camara lenta, viendo como intentamos escapar de todo aquello que no queremos oir, que no queremos ver y que, sobretodo, no queremos sentir.
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