El caso es que puede llegar un punto en que te satures de tanta gente, tantas conversaciones, de girar la tortilla miles de veces para que la cosa no se tuerza... De escuchar problemas de otros, de que no oigan los tuyos, de pensar lo que es mejor para todos olvidándote de ti, ser egoísta y hacerse la sueca cuando alguien te pide ayuda...
Después de todo el día te dan una buena noticia; unos amigos
(hombre y mujer) se casan el año que viene en Sitges en pleno orgullo. Casualidad pura. Después de eso vas al Mercamamona a comprar pan, tomates "de sucar", manzanas y galletas mini María. Subes las escaleras de casa mientras suenan B-sides de las Girls Aloud, piensas en todo, en como es tu vida, lo que tienes, lo que quieres, lo que haces...
Entonces metes la llave en la cerradura y notas la agradable sensación de saber que nadie estará esperándote en casa.
"Hombre dulce hombre"
3 comentarios:
La misma sensación tengo yo!!! Y si un día soy una pesada que te cuento mis movids y tú no, dímelo!!
y...¿qué era lo otro?
j'adore!
Soy super fan de esa sensación!!
Saber que por fin llegas a un sitio que no tienes que aguantar tontás ni ná de nadie!!
La sensación de la que hablas es ciertamente placentera... pero la soledad permanente... esa nunca!!
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