Hay veces en las que intentas poner orden. Literal y figurado. Porque el orden, lo quieras o no ayuda.
Otra cosa es el mantenimiento del orden. Eso daría para hablar largo y tendido y no tengo cuerpo para eso ahora mismo.
Lo que quiero decir es que ojalá pudiéramos darle al pause, ordenar lo que tengamos que ordenar y después volver a dale al play. Pero la vida es así de (inserta aquí tu insulto favorito) y no lo permite. Tenemos que hacer las cosas en movimiento mientras hacemos otras y eso a mi me estresa. Porque soy de los que al final no acaba haciendo nada. Raro ¿no? Putabida tete.
Es importante marcarse objetivos, por pequeños que sean. Poquito a poquito. Por increíble que parezca yo soy de los que se marcan unas metas demasiado altas para alguien que no confía en si mismo. Y la hostia es chica.
A veces sientes como te hundes mientras sigues caminando. No puedes parar de andar ni de hundirte, porque eso es, la vida no se para. La tierra sigue girando y el día y la noche salen siempre. Por más que quieras quedarte durante mucho tiempo abrazando la luz del día y evitando la oscura noche. Pero no se puede.
A mi me dijo la psicóloga y también mi profesora de mindfulness (porque uno ha intentado hacer lo posible por mejorar cosas, que luego si acabo arrojándome a las vías del tren, no se diga que no puse de mi parte por evitarlo) una frase que la llevo bastante grabada a fuego: ¿Qué depende de ti? Qué es lo que puedes hacer por cambiar algo? Está claro que hay cosas que no podemos hacer nada. Lo jodido son las que el peso y responsabilidad caen directamente sobre nuestras espaldas.
Aun así siempre podemos pedir ayuda. Enviar una señal de SOS. y eso es lo que estoy haciendo.
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