El era un niño solitario, no solía jugar con nadie y no era porque él no quisiera. El siempre quería lo que no tenía y cuando lo tenía no lo valoraba o ya no era de su agrado.
Fue creciendo con todo lo que eso implica. Sus deseos eran mayores, pero no más que sus frustraciones al no conseguir lo que él quería.
Tenia buenos amigos, pero no los que el quería. Tenía una familia excepcional a la que no apreciaba porque siempre había estado allí. Resultaba un ser bastante desagradable para los que le conocían y encantador para los que apenas sabían nada de él.
Un día se encaprichó de un grupo de amigos, él quería ser uno mas pero no podía por muchas cosas. Estaba seguro de que era eso lo que mas anhelaba pero no pudo conseguirlo. Así que se resignó y volvió con “su” gente haciendo ver que era lo más importante que tenia. Se estaba engañando, y lo peor de todo es que estaba engañando a los demás, a esos que depositaban toda su confianza y cariño en el.
Era una farsa, su farsa. Porque todo en aquel mundo funcionaba a base de engaños y mentiras, un mundo donde su miedo se transformó en codicia.
De vez en cuando estaría bien que te sentaras, pensaras y dejaras de envidiar o renegar de lo que NO tienes y ver y apreciar más lo que SI tienes. Mejor dicho, lo que CREES tener.
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